29 de junio de 2006

Ensueños


Destellos rugen de nuevo. Orgullo, ave herida de traición. Vendo los océanos que corren entrelazandos con el veneno mágico y celestial, como algo místico que se recuerda entre los milenios hablantes mientras los sueños recrean la emancipación y deslumbran el vil y letal cometido. Cuando se siente, todo siempre acaba: las luces se desprenden y la fantasía dejar de volar. Invocando al deseo hiriente, llamando a las mariposas de los valles. Imploro el deceso de una sesión lúgubre; el adepto nunca más largo de la vida consumida.

Retornar los moldes de las paredes ensangrentadas: la fuerza es demasiado poderosa. No pudo enterrarse detrás de la sonrisa de la muñeca de porcelana. Cómo se oyen los gritos del paraíso perdido, de los detalles encubiertos en globos y niñas de hielo. ¡Oh, mundano, etéreo y sagaz diluvio! Llora sin mí.

Decide el final de los sueños de nuevo. El mundo traicionado por las venas que inyectan irónicamente el misterio del recuerdo hablado, como la lluvia cayendo del cielo. Las luces moldeadas, el saber que nunca más la memoria cobrará vida entre los Tártaros del infinito. Sangra, derrumba, encanta los desprecios de las ataduras de la miseria que ronda en las cámaras de la muerte. Los soles brillan tras la perfidia. La mirada se pasea por las intuiciones de azules vocablos, el egoísmo comprendido como delirio. Sigo deseando la conjunción del dilema jamás embaucado. Y veo cómo las estrellas caen de nuevo; de un dolor jamás profanado.