12 de diciembre de 2006

Paroxismos lumínicos del rostro de Eros

Al Cristo Blasfemo

Dícese que en lo irreconocible de la piedad sólo mora la miseria. Dícese también que la belleza de la virtud a menudo yace oculta bajo el antifaz de la imperfección; mas es todo aquello tan falso como cierto. Si alguna vez la divinidad de lo impío descubrió tanto un rostro iluminado y ruin, es más que seguro que fueron las cándidas y espectrales líneas rosadas del perfil de Eros.

Es él un licántropo. Es un cisne, una mariposa, un témpano rojo, un atardecer violeta, la esencia comprimida de la misericordia maldita por Prometeo. Tal vez una melodía lejana que suena al compás de llantos desahuciados y voces celestes, excelsas y omnipotentes. ¡Eros! Bajo sus caprichos dorados padeció Apolo el placer de la venganza escarlata ante la negativa durmiente de la hermosa ninfa-árbol. A toda la beldad inocua, pueril, trágica y cruel que ronda entre sus pardos rizos, confiada a la voluntad insustancial de la muerte. ¡A toda ella! ¡A cada una de sus bastardas: el Deseo, el Amor, la Idealización y la Obsesión!

Habré encontradote también en el sacrificio silencioso del sacrilegio. Entre la divinidad de la exquisitez celestial cubierta bajo el manto negro y el juramento inquebrantable de la eterna pulcritud. ¡Ah, la naturaleza gentil de los santos apóstatas, sutiles en la mirada y de hermosos ojos grises! ¿Cómo contrarrestar la gloria del azul del oro y la fastuosidad inanimada de cada uno de los pasos que se dirigen hacia el altar pagano, lleno de rosas? Es el eterno invierno de sus manos, que sepultan a las víctimas desahuciadas y alguna vez radiantes; la lenta agonía de los herejes en la pira de diamantes. Deshojar cada uno de los pétalos escarlata equivale a la risa magnánima, las voces de damiselas y la destreza límpida que oculta en sí el torso desnudo latino, griego; la conjunción de los vocablos prolongados e imperceptibles junto con los enérgicos y excelsos.

¡Profana divinidad! La furia ciega del arco de luz que irrumpe en la debilidad de la estirpe ya corrupta. Tus lazos macabros, dulces, infieles, contenidos ante el sigiloso andar de la doncella Psique; el esplendor del Inframundo, el sueño perenne. ¿Habremos dormido nosotros también en los albores purpúreos y ruines de la obsesión idealizada, la beldad resquebrajada y roja? Ocultos en la sombra de lo escéptico, esclavos de la libertad que reniegan de la virtud; siervos tuyos, Eros. De la exquisitez mundana y los delirios perversos; los ritos de sangre y la carcajada déspota de dolor. Sólo compareceremos ante los ojos negros de Hades y la mirada bizantina de Perséfone; su compasión habrá de romper cada una de las hebras doradas que nos atan a ti, tu fruición y perjurio.


Eres tú, Eros. La proterva belleza, el placer de lo ignoto, la sonrisa fútil, los lilios rotos compadeciéndose de las epicúreas rosas, María resplandeciendo ante el crepúsculo de tu madre Venus; la majestuosidad del paganismo insepulto.

1 Comments:

Blogger Jen said...

Eros era el mismísmo pecado.. oh sí

10:54 p. m.  

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