28 de diciembre de 2006

La Pira de la Virgen


- “Mi Dios está envuelto en amatistas y piras de oro; es su rostro pálido y misericordioso cual joven griego de los antiguos cánticos gentiles, rosáceo y fastuoso dentro de los albores irreconocibles de la virtud del goce. Lo alabo en mi desprecio, en mi desidia azul y en su crueldad tanto como en la obsesión y locura del adormecimiento etéreo. Mientras más me voy dirigiendo hacia los paisajes grises llenos de orquídeas muertas, vuelvo el rostro hacia su omnipotente silueta, la del eterno sacrilegio de los jazmines, y comprendo que nunca he estado más cerca de Él.
La traición del fruto escarlata, las alucinaciones paganas, el esplendor de la devoción inquebrantable, el matiz muerto de su vista, la incitación del quinto Luciferi; está todo indeterminado por el sello idólatra de la rosa que evoca las marchas sigilosas y sus pétalos caídos enredados en la esencia lejana de la sangre. Sangre Romana; sangre de mártires y doncellas, de apóstatas y santos que se confunden en su mirada bizantina, en su herejía jamás consumada, en su clamor finito. Posee Él al siervo de rosácea piel e iluminada sonrisa que guarda bajo los veintiséis témpanos negros el pilar de su devoción maldita, marchita e infiel. Es un arcángel de labios trémulos límpidamente rojos, en donde sus ojos jamás se han posado en los Campos Elíseos y persisten en el dominio de esencias sublimes, de perfumes que se desprenden frágilmente de su cuello. ¿Cómo contemplar los colores de su aura, de sus alas violetas impregnadas en las fragancias de Jonia ya purificadas de la fruición?
¡Oh, tristes gentiles, decidme cómo!”

Así había hablado la joven Laetitia, virgen entre vírgenes . Su altivez medieval evocaba los cantos impíos de las cantiones profanae, tanto así como la pulcritud invernal de los retratos feudales de antaño. Su belleza se encontraba no en las esencias mundanas del hedonismo sino en la delicia celestial, de frágiles rasgos nacarados procedentes tanto de la oscuridad de sus ojos y la palidez seráfica de sus manos. Era aquel un resplandor de lluvias indescriptibles lleno de elementos brillantes y lúgubres; como estrellas azules y muertas. Todo en ella era ambiguo; la alusión de su castidad endemoniada en donde su obsesión con los pétalos de rosa y el goce etéreo, casi escéptico, se mantenían unidos por una cuerda de oro que parecía pronta a quebrarse. Las palabras que producían sus labios eran como un almíbar del infierno, en donde los símbolos paganos y terrenales se confundían entre los lazos de terciopelo, claros y perfumados, de su Dios inefable.

Y así era. Hermosa, fúnebre, radiante. Había decidido no marchitar su piel en los muros grisáceos de un convento; decía ella que las rosas las llevaba en el alma. Hablaba con una voz delicada y volátil; azul, llena de metáforas y palabras llenas de sensaciones nuevas e inexplicables que dejaban un rastro inmaculado en la nieve de los sentidos, como si los aromas y los colores de los que hablaba se unieran en los soplos sublimes de la consagración de su vox celesta, incolora, flexible, excelsa.

- “Son negros sus ojos, como el dolor jamás consumado que vistió la llena de júbilo Mariam. Ellos hacen llamado a los cielos oscuros, llenos de muerte y miseria; allí será donde sonará su risa, cuya melodía apócrifa conquistará las estrellas con el aroma de los duraznos de diamantes. Su rostro es pálido y níveo; ni siquiera comparable al de Apolo en belleza y exquisitez. En ella habita aquella sonrisa maldita, efímera, fugaz. Su sonrisa es soberana absoluta del universo de tiaras y rubíes en donde sólo la placidez de los cantos y los millones de árboles en donde no existe pecado serán la recompensa de los Justos y los virtuosos. ¡Compareced ante la Sonrisa de cristal, ante su frialdad epicúrea y tristeza sosegada! Ella será la redención del instinto sacrílego, rojo, que posee el pecador.”

De entre la multitud surgían alabanzas al Dios inefable. La vírgen Laetitia, la pulcra e inmaculada doncella de la voz proterva y pecadora oculta tras el antifaz de la virtud sólo miraba al cielo nebuloso que soltaba lágrimas de perlas. Y es que su devoción serena e imperturbable sólo se dirigía al arcángel de los veintiséis témpanos negros; el Luciferi, el iluminado del dolor.

¡Pérfida! La observé entre las sombras de los árboles escarlata que derramaban la sangre que tanto evocaban sus labios. ¿A qué cuello pertenecían aquellas esencias sublimes?. Las torres góticas de la Catedral se alzaban cubriéndome lentamente, despojándose de lo tétrico y dando espacio a la desolación carmesí, danzante de los cielos. Los cantos gregorianos surgían del infinito; eternos violoncellos y clavecines, órganos de la muerte. El siervo del Dios inefable acariciaba los pétalos de los lirios. Los árboles escarlata se mecían al mandato de su risa melancólica, durmiente. Y fue entonces que me percaté del paroxismo de sus labios, la contorsión de su rostro nacarado, sus ojos negros.


La puerta de oro se abrió crujiento; en ella la nieve caía por efecto de las grandes torres, dotada de un encanto gentil que nadie percibió. Todo ardía; el fuego del altar se consumía en una nube de azules y rojos, naranjas y amarillos; el color de la Muerte. La doncella dormía con aquella sonrisa que había vislumbrado anteriormente en el jardín de lirios. Cogí su cuello inmaculado y, tapándole los labios de sangre, le susurré:

- Hubo un tiempo en donde a las vírgenes, bellas y misericordiosas, se les colocaba una corona de rosas mientras se dirigían al sacrificio de la gloria. Y existió otro en donde las pecadoras, impías e incluso inocentes iban condenadas al martirio infinito; la hoguera fuliginosa de los atardeceres sonrosados, paganos. ¡Oh Laetitia! El holocausto de Su sonrisa es quien te ha condenado.

Siguió el llanto.
El fuego brillante, luminoso, fue consumiendo aquella carne celestial, profana. Y a lo lejos sonaban las melodías inexistentes, distantes, que evocaba Él, el siervo del Dios inefable:
Et lux perpetua luceat eis…

2 Comments:

Blogger Jen said...

señorita,q ue tenga un año invertidamente feliz...

y nada, q he visto tu edad y me he sentido un poco vieja jaja

9:07 a. m.  
Blogger cbob said...

si pues, las inver-perver siones del nuevo año. .)

feliz año nuevo a ti también.

8:18 p. m.  

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