25 de agosto de 2007

A Lalique

Cae de a pocos; los retazos marchitos en el suelo son sólo marcas efímeras de lo que alguna vez existió. Cuando todo ha desaparecido y queda desnudo el desencanto y las ansias asesinas devoran a los ángeles celestes, el estigma de lo etéreo disimula su precariedad y busca esconderse en el atroz estoicismo del silencio. Duerme la razón de los seres inanimados; sus voces son lánguidas y hermosas, pero petrifican. Al no poder detener la conjunción de la ingravidez y el llanto desahuciado, el delirio surge, violáceo y circular, como eternas cadenas cíclicas infinitas.
Duerme en silencio. Las pesadillas son sólo sombras de la hecatombe que habrá de producirse al despertar. Todo es imaginario; la Muerte, real.